Todo sobre César Manrique


POR Katy Baines
REVISADO POR Pablo Picó 

Cuando pensamos en César Manrique, enseguida nos viene a la cabeza la isla de Lanzarote. ¿Por qué? Pues bien, él fue una de las personas con más éxito de su pueblo antes de que muriera en 1992 a los 73 años. Desde entonces se ha convertido en uno de los conejeros más prestigiosos y que más ha influido y aportado a la isla. Manrique era un artista muy completo, ya que se dedicó a la pintura, la escultura y la arquitectura. Pero su currículum era aún más largo, pues también era conservador de monumentos, medioambientalista, consejero de construcción, planeador de complejos urbanísticos y configurador de paisajes y jardines, pero sobre todo, fue un activista apasionado por la preservación del paisaje, que fue en lo que se inspiró a lo largo de su vida. En definitiva, Manrique fue un verdadero héroe para Lanzarote.

Nació en 1919 en Arrecife, la capital de Lanzarote. Su infancia transcurrió entre la ciudad y la caleta de Famara, una de las playas más espectaculares en toda la isla lanzaroteña. Estudió arquitectura técnica en la Universidad de La Laguna, pero después de dos años se mudó a Madrid donde empezó a estudiar en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, gracias a una beca del Gobierno de Canarias. Después de la guerra civil, se graduó como profesor de pintura y arte. Su arte se presentó en varias exposiciones que se hicieron en todo el mundo incluyendo España, Inglaterra, Alemania, Suecia, Italia, Brasil, Japón y los Estados Unidos. En 1964 se trasladó a Nueva York donde expuso su obra en varias galerías de la ciudad, entre las que cabe destacar una muy prestigiosa, la Galería Catherine Viviano y donde trabajó y entró en contacto con corrientes artísticas norteamericanas.

Aunque todo apuntaba a que iba a ser uno de los artistas más exitosos del siglo XX, algo sucedió. A finales de 1964 se instaló definitivamente en Lanzarote, pues sentía la necesidad de volver a su tierra materna junto con su gente; necesitaba «palparla, olerla». «Cuando regresé de Nueva York, vine con la intención de convertir mi isla natal en uno de los lugares más hermosos del planeta, dadas las infinitas posibilidades que Lanzarote ofrecía». Lo que también le incitó a volver fue el hecho de que por aquel entonces el sector turístico estaba empezando a desarrollarse en Lanzarote. Gracias a César Manrique, Lanzarote, que recibe más de 2 millones de visitantes cada año, no ha adoptado un aspecto que algunos consideran impersonal debido a la edificación y que se puede ver en otras islas y a lo largo de la costa. Tuvo una gran influencia en las regulaciones de planificación de la isla cuando reconoció el potencial turístico y presionó con éxito para fomentar un desarrollo respetuoso del turismo. Así que empezó su campaña para sensibilizar a la gente de Lanzarote con el fin de respetar el estilo arquitectónico tradicional y por eso, a día de hoy, todas las casas de la isla parecen iguales, todas pintadas de blanco o amarillo. Entre otras cosas, convenció al Gobierno para que acabara con el uso de vallas publicitarias en medio del paisaje y en las carreteras, así como también se opuso a la construcción de hoteles de gran altura.

Era un hombre que no bebía alcohol ni fumaba, que siempre se acostaba temprano para empezar de buena mañana a trabajar. Compaginó su carrera artística con la defensa de los valores medioambientales de Canarias y consiguió el equilibrio entre la belleza de la isla volcánica y el arte. Para Manrique, la naturaleza fue la referencia fundamental de su arte y de su existencia, es por ello que creó un diálogo respetuoso entre el medio ambiente y el arte urbanístico.

En 1973 comenzó su estrecha colaboración con el arquitecto Fernando Higueras en uno de sus primeros proyectos, el Mirador del Río. Dicho mirador está situado en el cabo norte de la isla, a 479 metros de altura sobre el mar. Ofrece una vista maravillosa de las islas pequeñitas del archipiélago Chinijo, de la isla de La Graciosa, así como de los islotes de Montaña Clara, Alegranza, el Roque del Este y el Roque del Oeste. Manrique mandó una excavación del monte y en la hondonada construyó un restaurante y dos cúpulas desde las que se puede disfrutar del magnífico paisaje.

Manrique también se encargó, junto con el artista Jesús Soto, del diseño del LagOmar, que es lo que se conoce por ser la casa del famoso actor, Omar Sharif, aunque solo fuera por 24 horas, ya que cuenta la leyenda que el actor egipcio la compró y la perdió el mismo día en una partida de bridge. Se trata de una de las propiedades privadas más espectaculares de Lanzarote, construida majestuosamente alrededor de las mismas rocas con la que se construyó e incrustada en una cantera volcánica con laberintos naturales y cuevas. Es una obra de arte espectacular a partir de la lava fundida del antiguo volcán. Las calas existentes se restauraron utilizando madera y otros materiales de naufragios locales para las vigas y luces. En cuanto a la flora que encontramos –cactus, palmeras, aloes y buganvillas– decir que se incorporó en el diseño para formar todo un oasis.

Por otro lado, los Jameos del Agua es un espacio natural y un centro de arte, cultura y turismo que también creó César Manrique. La palabra jameo es de origen guanche (los aborígenes de Canarias) y se refiere a una cueva que se origina como consecuencia del hundimiento del techo de un tubo volcánico. Este espacio está formado por al menos tres aberturas en el terreno y es reflejo de uno de sus pilares creativos: la armonía entre la naturaleza y la creación artística. Desde un punto de vista ecológico, es muy importante ya que habita una especie de cangrejo única y endémica: el cangrejo ciego. Es una especie muy sensible a los cambios del agua, la luz y el ruido. Asimismo, dado que el óxido también les afecta y puede matarlo, tirar monedas al agua está prohibido. Aquí, encontramos la “Casa de los Volcanes”, que es un espacio museístico que desde 1987 se dedica a una labor científica y didáctica sobre la vulcanología. Entre otras atracciones podemos observar un espectacular auditorio dentro de una gruta volcánica y usa serie de piscinas azules en el suelo poroso de lavas.

Su deseo de vivir con lava lo cumplió en su propia casa en el Taro de Tahiche, que ahora está abierta al público bajo el nombre de la “Fundación César Manrique”. Es un buen ejemplo de vivienda en plena naturaleza, todo un oasis en medio de un río de lava petrificada, gracias a que en el siglo XVIII Lanzarote experimentó unos seis años de erupciones sin demora. La casa cuenta con modernos espacios       abiertos con grandes ventanales, habitaciones en el sótano con una piscina, zona de barbacoa y pista de baile. Resalta el estilo de Manrique, ya que también se utilizó la propia roca para moldear los muebles, manteniendo un ambiente natural. La case se abrió al público después de la muerte de Manrique en 1992. La Fundación es una organización privada, sin fines de lucro, creada para permitir el acceso de los turistas a su hogar convirtiéndose en un gran centro cultural de la isla con unas implicaciones que le abren un hueco en el panorama internacional ya que además de recoger la obra del genial artista lanzaroteño, también reúne obras de autores como Picasso, Miró, Chillida y Klee.

El hecho de que en una isla tan pequeñita como Lanzarote, la obra de César Manrique sea tan gigante hace que sea imposible imaginarse la isla conejera tal y como es hoy en día sin pensar en dicho artista. Sus esculturas dispersas de norte a sur de la isla junto con el resto de sus obras son las principales atracciones turísticas. Incluso hay un retrato de él en el colegio en el que trabajo, ya que su influencia y su obra han marcado el aspecto externo de la isla. De hecho, muchos conejeros dicen que “ha sido él el que ha creado Lanzarote”.

Para finalizar, decir que César Manrique es una inspiración para todos nosotros, por su amor por su país, su interminable lucha por lo que creía y su hermosa obra.