Heridas Abiertas: ¿Es la nueva Big Little Lies? No, es mucho mejor.

POR Andrea Sanz de la Rosa

¿Estás dispuesto a añadir voluntariamente más oscuridad a tu vida? Esa es la cuestión. De verdad lo entiendo si no es el caso. Pero si lo estás, o incluso si dudas, Heridas Abiertas debería ser tu primerísima opción.

Marti Noxon, productora ejecutiva de Dietland y más conocida por su famosa participación como guionista y productora de Buffy, Cazavampiros, es la creadora de esta adaptación de la retorcida novela debut de Gillian Flynn, autora de Perdida. Como director, Jean-Marc Vallée, a quien se debe la belleza y gran parte de la fuerza de Big Little Lies, y en el papel principal, Amy Adams, nominada al Óscar en numerosas ocasiones. No obstante, esta producción de lujo consigue convertirse en algo que va más allá de la suma de sus partes.

Adams interpreta a Camille Preaker, una reportera a la que envían a su ciudad natal, Wind Gap (Missouri), para cubrir la historia de dos niñas: Ann Nash, asesinada, y Natalie Keene, desaparecida. El director del periódico entiende este encargo como un gesto de compasión, ya que podría darle la oportunidad de acabar con algunos de los demonios de su infancia que, según su intuición, aún la atormentan.

Sí. Bueno. Eso depende de los demonios, y los de Camille se manifiestan rápidamente y son de esos a los que a duras penas consigue alejar con una considerable adicción al alcohol y un largo historial de autolesiones, si es que decidimos fiarnos de las contadas ocasiones en las que podemos ver las cicatrices de su piel.

Missouri es oficialmente un estado del medio oeste. No obstante, es el último antes de que el verdadero sur empiece y crece la sensación de que la locura del Dixieland se niega a contenerse entre fronteras geopolíticas. Se ven borrachos excéntricos en las cunetas y las recepcionistas charlatanas se entretienen con non-sequiturs. Una de ellas explica que se usan lazos morados en memoria de Nash, a pesar de que, realmente, su color favorito era el negro. “Es que era demasiado siniestro”.

Abundan los flashbacks de paseos por el bosque y cabañas para adolescentes con las paredes cubiertas de porno y chicos carcajeándose fuera, al igual que los sueños sofocantes y ese tipo de recuerdos fragmentados y reprimidos que pueden perforar la más fuerte de las resacas pero no llegan a fusionarse para dar una explicación. Otra de las causas del desequilibro de Camille y el de todos nosotros es Adora, su madre (Patricia Clarkson), una mujer que claramente tomó nota de las paranoias de algunos de los dramas de Tennessee Williams y pensó “Sujétame el cóctel, que allá voy”.

Estas escenas más o menos delirantes se entrelazan con los esfuerzos diarios de Camille para construir los perfiles de la fallecida y la desaparecida. Los lugareños son amables pero, incluso entre ellos, reservados. Al igual que la recepcionista y Adora, quieren mantenerlo todo tan agradables como sea posible durante el máximo tiempo que puedan.

Esta tarea, sin embargo, se complica notablemente en el momento en el que se descubre el cuerpo de Keene, aunque Adora insiste en que aún se puede conseguir. Al parecer, resulta que tiene mucha práctica en hacer que las cosas parezcan bonitas. Una de las hermanas de Camille murió joven (aunque no sabemos cómo) y su habitación permanece intacta desde entonces. Su otra hermana, la adolescente Amma (Eliza Scanlen), patina por la ciudad llevando minishorts, pero, cuando vuelve a casa, interpreta el papel de hija obediente y se viste con pichis. Y sin importar cuáles sean los demonios que moran el pasado de Camille y envenenan sus sueños, no son un tema de discusión abierta y comprensiva alrededor de la mesa. “Lo estoy pasando fatal, como imaginarás”, comenta la madre de Camille acerca de los asesinatos. Y cuando se da cuenta de que su hija está investigándolos, decide que “Fingiré que estas de vacaciones”.

En realidad, la historia gira en torno a las consecuencias de la represión y la negación a nivel individual y mas allá - las heridas se acaban infectando si no dejamos pasar la luz y la verdad. El misterio y los asesinatos están claramente subordinados a la psique de Camille, pero es esta la que nos ayuda a desentrañar los otros según avanzan los siguientes siete episodios de la serie.

Adams se encuentra en mejor forma que nunca y nos regala una interpretación hipnotizante de una mujer hundida por todo lo que ha sufrido y a la que no le quedan energías para luchar por salvarse.

Heridas Abiertas es, en conjunto, siniestra, temperamental y magnífica, una excelente incorporación a la marea de dramas dirigidos y protagonizados por mujeres. Forma parte de este nuevo tipo de series que, hábilmente producidas, se convierten en la manera de explorar múltiples facetas argumentales, historias acerca de mujeres y problemas contemporáneos para actrices brillantes que superan la edad de convertirse en una estrella. Así, mediante una abrumadora aclamación de la crítica y el público, queda probado que el talento no muere cuando una mujer cumple treinta años y que verla en pantalla no provoca arcadas de miedo y asco en masa.

Esto no debería ser digno de mención en 2018, lógicamente, pero lo es, así que permitámonos mencionarlo. El progreso es el progreso sin importar cuando venga.