El nombre de la rosa: la serie 

POR Francesca Montemagno REVISADA POR Javier Carrasco Castellano

Treinta y nueve años después de la publicación de El nombre de la rosa, traducido al español por Ricardo Pochtar, y treinta y tres después del estreno de la película homónima, dirigida por Jean-Jacques Annaud, la novela histórica de misterio, teología y filosofía del escritor italiano Umberto Eco llega a la pequeña pantalla gracias a una nueva adaptación, esta vez una serie de televisión italiana y alemana de ocho capítulos dirigida por Giacomo Battiato y producida, entre otros, por el actor estadounidense John Turturro, que también la protagoniza. 

No es fácil resumir la trama de una novela tan compleja en pocas líneas, sobre todo porque en este caso nos enfrentamos a un texto que es trino: es una novela policial, pero también una disertación filosófica sobre el problema de los universales y un fresco histórico de una época dominada por contrastes, entre el emperador del Sacro Imperio y el papa de Aviñón y entre ideas radicalmente diferentes dentro de la misma Iglesia en lo que se refiere a su propia actitud hacia la riqueza. Por lo tanto, me limitaré aquí a la trama de base de la manera en que está presentada en la serie, que difiere de la novela en varios puntos. 

En noviembre del año del Señor 1327, el fraile franciscano inglés Guillermo de Baskerville (John Turturro) llega junto a su joven discípulo, el novicio benedictino alemán Adso de Melk (Damian Hardung), a una abadía benedictina en los Alpes del norte de Italia. Su tarea es intervenir en una disputa sobre la herejía de la orden franciscana entre un grupo de frailes franciscanos, guiados por su ministro general Miguel de Cesena (Corrado Invernizzi) y defendidos por el emperador Luis IV el Bávaro, y una delegación enviada por el papa Juan XXII (Tchéky Karyo), liderada por el temible inquisidor Bernardo Gui (Rupert Everett). A esta tarea se añade otra a petición del abad del monasterio, Abbone de Fossanova (Michael Emerson), que quiere que Guillermo, con su pasado de inquisidor y su brillante inteligencia, investigue la muerte de uno de los monjes, Adelmo de Otranto (Leonardo Pazzagli), la cual ocurrió la noche antes de la llegada de Guillermo y Adso. Esta muerte no será la única en esta historia y nuestros protagonistas se verán involucrados en una cadena de asesinatos. Parece que todos tienen que ver con un libro misterioso celosamente guardado en la impenetrable y laberíntica biblioteca del monasterio. Varios monjes intentarán ayudarles, pero ¿de verdad serán aliados desinteresados? ¿Qué decir de Bencio de Upsala (Benjamin Stender), con su sed de sabiduría que no pararía ante nada, o del abad Abbone, cuya mayor preocupación parece ser que todo se resuelva antes de la llegada de Bernardo Gui? Otros hasta parecen preferir obstaculizarlos directamente, como el inescrutable bibliotecario Malaquías de Hildesheim (Richard Sammel) o el anciano y severo monje ciego Jorge de Burgos (James Cosmo). Solamente aplicando sus refinadas habilidades de lógica y deducción, Guillermo, como un Sherlock Holmes ante litteram (¿el nombre ‘Baskerville’ os recuerda algo?) y como su tocayo Guillermo de Ockham, gracias también a la ayuda de su fiel Adso/Watson, llegará a la solución, con consecuencias, diríamos, apocalípticas. 

Esta trama, que constituye el núcleo policial, está acompañada por unas subtramas. Algunas se ampliaron en comparación a lo que eran en la novela, como la relación entre Adso y una chica occitana sin nombre (Antonia “Nina” Fotaras) que huye de la guerra en su país; en la novela solo se trata de un encuentro sexual, mientras que aquí se convierte en una especie de historia de amor/amistad extraña y tierna, que ofrece algunos momentos relajados en una serie en la que, normalmente, se baja muy poco el nivel de tensión. 

A esta tensión contribuyen las otras subtramas, como por ejemplo la que tiene relación con el movimiento heretical de los dulcinistas, liderado por Dulcino de Novara (Alessio Boni) y su pareja Margherita de Trento (Greta Scarano), a los que se opone el inquisidor Bernardo Gui. Vemos el movimiento de los dulcinistas, a Dulcino y a Margherita a través de flashbacks y, en el presente, seguimos a Anna, la hija de la pareja (también interpretada por Greta Scarano), que intenta vengarse del inquisidor que mató a sus padres y, más recientemente, también a su esposo y a su hijo. Todos estos acontecimientos no se encuentran en la novela, donde es el franciscano espiritual Ubertino de Casale, ausente en la serie, quien le habla a Adso sobre Dulcino y sobre la herejía que este guio; al parecer fue una desviación de la novela aprobada por el mismo Umberto Eco antes de que muriera en 2016, por lo menos cuando se trataba de una idea. 

Nunca sabremos si al autor le gustaría el producto final, pero lo que me permitiría subrayar es que esta nueva subtrama ofrece a los actores la oportunidad de interpretar la trama principal de manera excepcional, como lo hace Everett con su serpentino inquisidor Gui. Es un personaje que no solo es controvertido para espectadores modernos por su papel de inquisidor en sí, sino que es casi perverso en su siniestra relación con herejes y brujas una vez atrapados, sobre todo con las mujeres, para las cuales los interrogatorios se tiñen de notas sexuales sutiles pero inequívocos en nuestra época. Gracias a la subtrama de los dulcinistas tenemos también la oportunidad de profundizar en el análisis de la psicología de algunos personajes a través de la historia de su pasado. Es el caso del cillerero Remigio de Varagine (Fabrizio Bentivoglio) y de su amigo Salvatore (Stefano Fresi), monje deforme que habla una lengua extraña, una especie de esperanto compuesto por elementos de idiomas hablados en Europa continental en aquella época, y que compartió con Remigio una parte importante de su vida. Por cierto, para llegar a obtener el aspecto monstruoso de Salvatore, en una entrevista Fresi ha revelado que cada vez a los maquilladores les hacía falta cuatro horas para ponerle todo el maquillaje prostético necesario. 

Después del estreno de esta serie en la cadena RAI 1 de la televisión italiana el pasado 4 de marzo, se la ha comparado muy a menudo con la película del 1986. Las críticas que he encontrado en la red parecen favorecer la película, la primera adaptación de la novela, que tenía un reparto excepcional: Sean Connery (Guillermo), F. Murray Abraham (Bernardo Gui), Ron Perlman (Salvatore) y un jovencito Christian Slater (Adso). Tratándose de una película de solamente dos horas, su interés principal era la trama policial que hacía referencia al libro misterioso, mientras el aspecto teológico y la cuestión de la disputa quedaban de lado. Mi opinión personal, de lectora antes que de espectadora, es que la serie nos ofrece la oportunidad de ver mucho de lo que estaba en la novela, claramente simplificado en sus aspectos filosóficos y teológicos para el deleite en la pequeña pantalla, sin reducirse a la trama policial, aunque esta sea ya de por sí compleja y apasionante como se hace en la película. Es una adaptación de mayor alcance, que se toma el tiempo suficiente para explicar y enseñar más y en la que las subtramas adicionales no entorpecen demasiado la trama que procede de la novela. Ya era hora de que alguien lo hiciese, proporcionando al espectador tantas claves de interpretación, aunque simplificadas en cierta medida, como ofrece la novela: historia, filosofía, teología, misterio y muerte. 

De momento no tenemos mucha información sobre el estreno de la serie en los países hispanohablantes. No se conoce la fecha de estreno en España, mientras que por América Latina solo sabemos que AMC se va a encargar de ella. En el Reino Unido se estrenó el 11 de octubre en BBC Two  y ha terminado al comienzo de este mes. Para quién se haya perdido algunos capítulos y quiera ponerse al día, están disponibles en BBC iPlayer en la página The Name of the Rose.