"Acabar con ETA no suponía acabar con el pensamiento de cientos de miles de vascos"

POR Khalea Robertson REVISADO POR María Martínez Tolosa

Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1951) ha sido, entre otras cosas, vicepresidente del Gobierno de España (2010-2011) y ministro de Interior (2006-2011). Especialmente relevante fue su etapa como responsable de Interior, ya que se le considera una de las piezas clave del final del terrorismo de ETA en España. Nos recibe en su despacho de la Universidad Complutense de Madrid donde ejerce como profesor de Química Orgánica. Pérez Rubalcaba habla castellano, inglés y francés con fluidez, y tiene conocimientos de alemán dada su estancia por trabajo en la Universidad de Constanza. Durante su tiempo libre le gusta caminar, leer mucho, ver fútbol y hablar, sin prisas, con familiares y amigos.

KHALEA ROBERTSON (K. R): He leído que durante su etapa estudiantil corrió los 100 metros lisos en 10,9 segundos en una competición universitaria. ¡No es poca cosa! ¿Qué le ha quedado de tu etapa como deportista?

ALFREDO PÉREZ RUBALCABA (A. P. R.): Me gustaba mucho el atletismo y durante algunos años de mi vida le dediqué muchísimo tiempo, especialmente entre los 17 y los 19 años. Entonces era muy bueno, digamos que mis marcas eran prometedoras. Pero a los 19 años tuve una lesión muy grave y estuve un año entero sin poder correr. Tuve una ruptura de fibras muy complicada y cuando volví ya el atletismo era otra cosa. Pero durante 2 o 3 años, no te digo que fui profesional pero semiprofesional. Hacía 8 o 9 entrenamientos a la semana, concentraciones con la selección española. No podía ser Carl Lewis, evidentemente no, pero en fin, podía haber hecho 10,4, 10,5 que está muy bien. Pero la lesión truncó mi carrera atlética. He pensado que igual me vino bien al final porque me permitió estudiar más. Yo vivía muy obsesionado por el atletismo.

Del atletismo me ha quedado la tenacidad. Para hacer una buena marca en el atletismo tienes que entrenar sistemáticamente, tenazmente y sacrificarte. Porque los entrenamientos, algunos acaban mal. Yo creo que como la política, el atletismo es un sufrimiento casi permanente y ahora, en los tiempos que corren, ni te cuento. Aprendí a sufrir y a llevarlo con una cierta dignidad.

K. R: Ahora es profesor universitario de Química Orgánica, obtuvo su doctorado en 1978, y se dice que tenía la brillantez necesaria para ser uno de los químicos más importantes en España... y acabó entrando en política.

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A. P. R.: Es algo que no decidí. Mi generación es una generación que llega a la política desde la lucha contra Franco. Yo, al igual que muchos compañeros (Javier Solana, Joaquín Almunia, José María Maravall, el propio Felipe González). Es verdad que ya desde mis primeros años de universidad me afilié a organizaciones de izquierdas, fui delegado en mi curso, tenía actividades políticas ligadas directamente a la existencia de una dictadura en mi país, pero yo nunca pensé dedicarme a la política, nunca. Hice mi tesis doctoral, estudié fuera y me preparé para ser químico orgánico. En el año 1982, Felipe González gana las elecciones y entonces se produce una situación bien peculiar. La gente que había trabajado en el programa electoral de González, nos sentimos responsables. Mi primer jefe, mi primer ministro, José María Maravall, catedrático de sociología en la Complutense, me llamó un día y me dijo si me quería incorporar al ministerio para trabajar y hacer realidad el programa electoral en el que había participado. Pensé que era mi obligación ir, aunque fuera un corto período de tiempo. Y fueron 30 años, pero fue así. Nosotros no nos hicimos políticos, hicimos política, que es distinto. Te lo diría de otra forma: si Franco no hubiera existido, con toda probabilidad, yo habría sido toda mi vida profesor de química orgánica, con toda probabilidad. Y bueno, lo cierto es que la construcción de un discurso parlamentario para mí es lo más parecido a la construcción de una clase. La política tiene mucho de pedagogía.

K. R: Se le considera a usted una de las piezas clave del éxito de las negociaciones entre el gobierno español y ETA para el cese de fuego durante su segundo mandato como ministro del Interior. ¿Cómo describiría usted su papel en el proceso?

A. P. R.: De forma un tanto esquizofrénica, porque es verdad que yo tenía que dialogar con ETA y, al mismo tiempo, perseguir a ETA. Es verdad que yo dialogaba con ETA para intentar que dejaran la violencia pero no podía dejar de perseguirlos porque era el ministro de Interior. Entonces era un poco como Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Pero eso tiene sus ventajas y la más importante te la voy a explicar: ETA en su historia, cada vez que ha hecho una tregua, ha aprovechado la tregua para rearmarse. Durante algunas de las treguas yo siempre pensaba que eran puramente tácticas. Es decir, hacer una tregua porque se está mal y durante el receso todo el mundo parece que baja un poquitín el pistón. Así pues, cambiaban los comandos, preparaban gente. En definitiva, como todo movimiento terrorista, las treguas tiene un elemento táctico y yo nunca lo perdí de vista. Y por eso, cuando dirigí a las fuerzas de seguridad, les decía todo el tiempo, que mientras están en tregua, no hay que trabajar menos sino más que nunca porque ellos estarán reorganizándose. Y al final funcionó.

K. R: ¿Considera esencial ponerse en el lugar de su interlocutor e intentar entender su punto de vista cuando se acerca usted a una mesa de diálogo o de negociaciones? Durante el proceso, ¿se vio obligado a reconsiderar o matizar su percepción de los sentimientos nacionalistas o de los movimientos independentistas en el País Vasco, o en otras regiones españoles?

A. P. R.: Es la clave. Cuando te acercas a dialogar, tienes que saber esencialmente dos cosas: la primera que es lo que quieres y hasta dónde estás dispuesto a llegar, cuáles son tus líneas rojas. Y la segunda, cuáles son las líneas rojas de el que está enfrente. Esto es fundamental. Tratas de ponerte en el lugar del otro, ves qué margen de maniobra tienes, imaginas tus líneas rojas y las suyas y eso te define si puedes llegar a tener un acuerdo y el ritmo de conseguir un acuerdo sabiendo más o menos cuál es su límite. Es fundamental entender lo que el otro tiene en su cabeza.

Respecto a tu segunda cuestión, en el caso de ETA, no. Porque desde el principio nos dimos cuenta que no, que lo que quería era imposible. ETA lo que quería era conseguir réditos políticos de un proceso de negociación, de diálogo con un gobierno democrático, porque con ETA tú puedes hablar de cómo acabar la violencia, lo que no puedes hablar es de la política. La política se hace en el parlamento. La democracia no puede tolerar que alguien con una pistola saque réditos políticos por pequeños que sean cuando hay un parlamento democrático. No puedes sustituir la discusión parlamentaria, los representantes de los ciudadanos, por una discusión con unos tipos que matan, es imposible.

K. R: En el documental El fin de ETA, el exministro del Interior Jaime Mayor Oreja sostiene que "nadie ha derrotado a ETA todavía" porque su "proyecto de ruptura" sigue manifestándose en el sistema político no sólo del País Vasco, sino también de Cataluña. ¿Qué opina usted? ¿cree que los movimientos separatistas son inextricablemente vinculados al proyecto ETA?

A. P. R.: La Constitución Española permite a los ciudadanos españoles defender el independentismo. No en todos los países de Europa un partido independentista puede existir. Portugal y Alemania tienen restricciones importantísimas, nosotros no. Tú puedes ser independentista catalán, gallego, vasco o murciano y defenderlo. Eso sí, lo que no puedes es matar para imponerlo. Lo que no puedes es matar a quien no piensa como tú. Y esta fue la discusión con el terrorismo. Lo que decíamos a ETA es que, a través de Batasuna, que es un partido político, podéis defender vuestras ideas, pero lo que no podéis es matar a los que no piensan como vosotros. Y dejaron de matar, porque lo dejaron hace siete años porque el Estado los derrotó. Es verdad que dejaron de matar porque no tenían más remedio que dejarlo, no es que decidieron “voy a ser ya bueno” . Simplemente es que “ya no puedo ser malo porque me persiguen y me acosan, y ya está, no puedo seguir. He sido derrotado”. Pues en este momento Batasuna renunció a la violencia y a partir de ahí pudo defender sus planteamientos en una cámara parlamentaria. Claro que hay independentistas en Euskadi, que había cientos de miles. Acabar con ETA no suponía acabar con el pensamiento de cientos de miles de vascos. Los que están empeñados en que acabar con ETA es acabar con el independentismo y demuestran que no entienden lo que es nuestra constitución. El Estado no perseguía a la gente por ser independentista, perseguía a la gente porque mataba para conseguir la independencia.

K. R: ¿Ha perdido amigos y compañeros como consecuencia de la lucha armada? ¿ha sentido miedo a lo largo de su vida?

A. P. R.: He perdido a Fernando Buesa que fue consejero de Educación conmigo mientras yo era Secretario de Estado. He perdido a Ernest Lluch, que fue ministro de Sanidad y Consumo cuando estaba en el gobierno. Recuerdo que él era del Barça y yo del Madrid y los lunes me llamaba siempre que el Madrid perdía y el Barça ganaba, a primera hora tenía al ministro al teléfono. Ernest era muy amigo mio.

¿Miedo? No te paras a pensarlo. No te paras a pensarlo pero es verdad que yo he mirado debajo de mi coche muchas veces, muchas. Porque es verdad que yo llevo escoltas desde hace mucho tiempo, todavía los llevo de hecho. Miraba debajo de mi coche, sí, claro. Y aquí en Madrid, ¿eh?. En Euskadi miraban todos los días, todas las tardes y todas las mañanas. Cada vez que dejabas el coche. Cuando te agachas, tienes miedo, o lo más parecido al miedo. Fíjate, inquietud sí, sobre todo por la gente que va conmigo, por ejemplo por mi mujer. Esa inquietud sí que la he sentido. Oye, si le pasa algo a Pilar por mi culpa, eso sí que te hace pensar.

K. R: ¿Cree que lo que está ocurriendo en Cataluña será materia de estudio en los libros de Historia de las nuevas generaciones?

A. P. R.: Sí, desgraciadamente sí. Es la crisis política más importante que hemos tenido en 40 años en España. España hizo la Constitución en la Transición. Otra cosa es que ya, al cabo de 40 años, quizás habría que modificar algunas cosas, darle un repaso. Los sistemas políticos se reorganizan, se reforman, pero durante 40 años hemos hecho cambiar el país de arriba a abajo. La gran crisis de la democracia española es lo que está ocurriendo en Cataluña.

Solución existe. Cerca no la veo. Porque es verdad que de momento hay un proceso judicial inevitable porque cuando se incumplen las leyes, aparecen los jueces y hay un gobierno que ha incumplido la ley y los gobiernos que incumplen las leyes, tienen que pasar por los tribunales y estos tienen que decidir lo que hacen. Hasta que esto no pase poco se puede hacer. Luego habrá que buscar una solución política, una solución que no puede ser la independencia, que no puede ser el derecho a decidir, el derecho a autodeterminación, porque Cataluña forma parte de España y España sin Cataluña sería una cosa distinta, sería una España distinta. Y por tanto, si Cataluña se va, y España cambia, los españoles tenemos derecho a decir algo de lo que ha sido nuestra convivencia durante siglos. No puede ser que yo decida una mañana irme sin hablar antes contigo. Es una amputación. Por tanto, hay que encontrar la solución y la idea de que somos ciudadanos de un Estado común, y eso exige que tengamos derechos y deberes iguales. Hay que ayudarse del diálogo, del cambio de algunas leyes, quizá algún estatuto, quizá la Constitución. Yo creo que soluciones políticas existen, pero hay restricciones y creo es que hay líneas rojas como te dije antes.

K. R: En sus redes sociales hace comentarios en apoyo del feminismo, ¿se considera feminista?

A. P. R.: Sí, pero ahora, ¿eh?. No siempre lo fui. Y lo digo porque ahora, de repente, España se ha convertido en un país feminista, todo son feministas, en su vida no hacen otra cosa que luchar por la igualdad entre hombres y mujeres... Eso es mentira, es completamente falso. Yo soy feminista desde hace algún tiempo y te digo, en parte, mi posición política ha ido cambiando a medida que he ido hablando con las feministas y he ido viendo las cosas. Si tú me preguntas eso a mí en el año 82, pues te hubiera dicho “bueno, sí, estoy por la igualdad”. Tal y como veo las cosas ahora, no las veo como en el 82 y muchísima pena. Claro que España ha cambiado para bien.

El feminismo es igualdad, básicamente igualdad. Por eso entiendo que el feminismo es parte de mi proyecto político. Al final, los socialistas, si nos definimos por algo es porque tenemos un sentido de la igualdad y de la libertad.