Nuestro sistema sanitario sexista

POR Sharleen Ollivier-Tabukashvili REVISADO POR Ana Suñén Colorado

Cuando vivimos en un país con asistencia médica gratuita, asumimos que todo está bien. Como británicos, estamos agradecidos por no tener que pagar miles de libras por una operación, o cientos cada mes por medicamentos que nos mantienen vivos. Sin embargo, ¿eso significa que podemos pasar por alto la realidad de nuestro sistema sanitario? Si la idea en el Reino Unido permanece, que la asistencia médica gratuita sea un derecho y no un lujo, seguramente deberíamos luchar por un sistema mejor, uno que realmente sea igual para todos.

Cuando vemos las estadísticas, resulta que las mujeres visitan al médico con más frecuencia que los hombres. No obstante, esto no significa que el sistema esté bien adaptado a las necesidades de las mujeres. La verdad es que los doctores toman menos en serio a las mujeres, y les tratan y diagnostican menos que a los hombres.

El problema empieza con las investigaciones

Por desgracia, debido a una larga historia de misoginia y sexismo, el campo de la medicina está menos avanzado en su investigación sobre los asuntos médicos femeninos.  No hay suficiente financiamiento para investigar la salud de la mujer y por eso, los doctores y la población no están suficientemente educados sobre el tema. Menos de un 2.5% de los fondos se dedica a la salud reproductiva, a pesar de que los asuntos reproductivos o ginecológicos afectan a una de cada tres mujeres en el Reino Unido (Slawson, 2019). Además, cuando comparamos la financiación que se da a los asuntos reproductivos masculinos, es más que la de las mujeres, incluso si el asunto afecta menos a los hombres.

Sin embargo, las investigaciones sobre las mujeres no solo se aplican a la ginecología, sino a todos los departamentos de la medicina. Es indiscutible que los cuerpos masculinos y femeninos son distintos. Tenemos anatomías y hormonas diferentes que experimentan la enfermedad de forma diferente y reaccionan a los medicamentos de forma diferente. A pesar de eso, los ensayos clínicos no incluían a las mujeres hasta los años 1990 y, mientras que un 70% de las personas con enfermedades crónicas son mujeres, un 80% de los medicamentos para el dolor solo han sido probados sobre los varones (Jackson, 2019). Sorprendentemente, hay investigadores que han dicho que no quieren incluir a las mujeres en sus investigaciones porque, debido a todas las hormonas causadas por el ciclo menstrual, habría demasiados factores a tener en cuenta y entonces, es “demasiado complicado”. Por eso, a menudo utilizan los resultados de los varones y después, generalizan estos resultados para ambos sexos, lo que puede tener consecuencias mortales.

Ahora, a causa de la falta de investigaciones, las mujeres pagan el precio, tanto si es porque no tienen un diagnóstico, porque solo tenemos información sobre la experiencia masculina de esa condición particular, o porque simplemente no sabemos mucho sobre las condiciones femeninas.

Efecto sobre las citas médicas

Cuando la ciencia descarta la salud de las mujeres, la considera inferior y la clasifica como prioridad baja, esta actitud se transfiere a los doctores. A menudo, los médicos deslegitiman las enfermedades de las mujeres por utilizar el argumento infame: ‘la histeria femenina’. Después de que el tratamiento no funcione y continúen volviendo al médico, los doctores dicen a las pacientes que su enfermedad está “en su cabeza” y les ven como excesivamente emocionales e irracionales. Por eso, los doctores piensan que, en vez de ser un problema físico y real, sus pacientes femeninas tienen un problema de salud mental. Esta es una de las razones por la que más mujeres son diagnosticadas erróneamente con asuntos de salud mental. Se piensan que tenemos que calmar a las mujeres en vez de ayudarles. Se puede ver esta actitud en el siguiente hecho también: cuando una mujer va al médico con dolor físico, hay más probabilidad de que su doctor le de medicación contra la ansiedad en vez de analgésicos. Este dato nos muestra, una vez más, que los médicos no ven a las mujeres como testigos fiables de su propio dolor y por eso, no deberían tratarlas así.

El sexismo no termina aquí. A las mujeres se les dedica menos tiempo y atención médica en los hospitales porque las quejas de los hombres son priorizadas y vistas como más importantes. Según un estudio, cuando se compara el tiempo de espera en urgencias de los hombres y las mujeres, las mujeres esperan más. Por ejemplo, teniendo el mismo nivel de dolor abdominal, el tiempo de espera promedio fue 49 minutos para los hombres y 65 minutos para las mujeres.

¿Y uno de los descubrimientos más chocantes? Cuanto más atractiva es una mujer, menos ayuda recibe por parte del personal médico. Thomas Hadjistavropoulos sugiere que es porque asociamos la belleza con la buena salud y, por lo tanto, una persona no puede estar enferma y ser atractiva al mismo tiempo. Esta idea tiene vínculos también con nuestros prejuicios de las discapacidades. Suponemos que los que sufren son los que lo muestran de forma abierta y luego, desestimamos la existencia de las enfermedades invisibles.

¿Por qué importan estos hechos?

Es fácil explicar los hechos de una manera relativamente objetiva. No obstante, negar la existencia de las emociones causadas por las desigualdades de la asistencia médica sería ignorante y surrealista porque, en el mundo real, las estadísticas son una representación de las experiencias reales que los individuos afrontan cada día.

La lucha constante a la que hacen frente las mujeres para ser creídas por sus doctores es agotadora. Es extremadamente difícil estar indispuesto y a su vez, los doctores deberían estar listos para ayudar, no tratar a las mujeres con desconfianza, ocasionando el cuestionamiento de si mismas. Hay consecuencias reales y críticas de tal negligencia. Los que sufren de dolor crónico tienen más probabilidad de sufrir depresión y suicidarse y por esta razón, es incluso más importante que los médicos crean a sus pacientes, que cuiden de ellos y que traten sus condiciones para permitirles vivir la vida que merecen. Esta es la responsabilidad del sistema sanitario y cualquier prejuicio cuando proveen este servicio no era la razón por la que se creó el NHS: para que la buena asistencia médica sea un derecho para todos.