Sabemos que el fútbol y la demencia están relacionados. ¿Qué se va a hacer al respecto?

POR Raúl Cruz Delgado REVISADO POR Dr. Alberto Hijazo Gascón

Ahora lo sabemos. Los resultados de un estudio sin precedentes realizado en octubre sobre la relación entre el fútbol y las lesiones cerebrales han confirmado algo que muchos tanto dentro como fuera del mundo del fútbol ya llevaban tiempo sospechando: los futbolistas retirados son mucho más propensos a sufrir demencia y otras enfermedades neurológicas graves en la tercera edad. Siendo más concretos, son tres veces y media más propensos a sufrirlas. El grupo de investigación de lesiones cerebrales de la Universidad de Glasgow ha llevado a cabo el proyecto de investigación durante casi dos años, en el que también han descubierto que el riesgo de sufrir Alzheimer se multiplica por cinco, por cuatro el riesgo de sufrir la enfermedad de la neurona motora y por dos el de acabar teniendo párkinson. Lo que el fútbol (los que juegan, dirigen o mandan en él) decida hacer con estos datos tan importantes está por ver, pero fijándonos en la historia reciente, cualquier avance significativo en el ámbito de la seguridad del jugador tardará tanto tiempo como un glaciar en derretirse.

6969829206_2803254b3f_o.jpg

Dawn Astle, su hija, pasó la noche de su 34 cumpleaños a solas con su padre, que acababa de morir tras atragantarse en una cena familiar. Los esfuerzos desesperados de familiares y médicos para salvar a Jeff, la antigua leyenda del West Brom y de la selección inglesa, fueron en vano. A sus 54 años ya había comenzado a mostrar algunos síntomas de los daños cerebrales que con el paso del tiempo derivarían en su muerte. Se le diagnosticó alzhéimer precoz y el paso hacia la dependencia total llegó rápido. 5 años después de dicho diagnóstico, antes de morir, sufría de incontinencia, apenas podía alimentarse por sí mismo y no tenía ni idea de quién era la gente que le rodeaba, ni siquiera de quién era él. En el libro State of Play de Michael Calvin, Dawn le dice al autor que mientras el cuerpo de su padre ya descansaba en paz, hizo un juramento en su nombre. “Si el fútbol te ha hecho esto, papá, te prometo que me encargaré de que todo el mundo lo sepa y de que se te haga justicia”, dijo ella.

Eso fue en 2002 y en la investigación inicial el médico forense, Andrew Haigh, descubrió que, efectivamente, el fútbol le había hecho eso a Jeff. En gran parte gracias a la incansable campaña que llevó a cabo su hija durante todos esos años, ha quedado bien documentado que murió por “una enfermedad profesional” causada por los traumatismos ocasionados por golpear el balón con la cabeza repetidamente. Se le exigió a La Asociación inglesa de Fútbol y la Asociación inglesa de Futbolistas Profesionales que dieran una respuesta sobre el tema. Tras esto, ambas anunciaron una investigación que duraría 10 años sobre la relación entre el fútbol y las enfermedades cerebrales, que posteriormente se archivó. Calvin cuenta en su libro que más tarde, Dawn se encontró con la situación de tener que dar una respuesta al director ejecutivo de la Asociación inglesa de Futbolistas Profesionales, Gordon Taylor, que alegaba: “mi madre tiene demencia y nunca a golpeado un balón con la cabeza”.

Tendrían que pasar otros 12 años hasta que un análisis del cerebro de Jeff revelase que sufría encefalopatía traumática crónica (ETC), la enfermedad degenerativa que también sufría el padre de Chris Sutton, Mike, un exfutbolista del Norwich City y uno más entre la alarmante cifra de exfutbolistas que sufren dicha enfermedad o que han muerto a causa de ella. A Chris le sienta bien interpretar de vez en cuando el papel de llevar la contraria en su trabajo de comentarista de fútbol, pero no hay nada de broma en la rabia que sintió Chris por la negligencia que cometen los altos cargos del mundo del fútbol y la Asociación inglesa de Futbolistas Profesionales cuando sale el comprometido tema de su padre. “La Asociación inglesa de Futbolistas Profesionales (liderada por Gordon Taylor) tenía el deber de cuidar de sus miembros”, dijo Chris la semana anterior. “Lo dejaron tirado y, en mi opinión, su director ejecutivo tiene las manos manchadas de sangre”. Cambiando de parecer y, mejor tarde que nunca, dando marcha atrás 17 años después, el susodicho director ejecutivo admitió que “le corresponde a todo el mundo del fútbol aunar esfuerzos para abordar este problema unidos y por completo”.

No se debe pasar por alto que Sutton dijo rápidamente que no tiene en mente prohibir los cabezazos en el fútbol, pero recalcó que si hubiera sabido de los posibles daños de ello, le habría dedicado menos tiempo en los entrenamientos a una habilidad que pocos dominan. “Ya existe una norma que prohíbe a los niños golpear el balón con la cabeza en Estados Unidos”, dijo. “Quizá sea el momento de traerla a nuestro país. Un defensa central de la Premier League golpea el balón con la cabeza cientos de veces a la semana en los entrenamientos. ¿También tenemos que ponerle un límite a eso? No digo que tengamos que prohibir los cabezazos en el fútbol, pero al menos después de este estudio, cada joven puede elegir qué hacer. Jóvenes futbolistas, ahora conocéis los riesgos”.

Así que de ti depende, fútbol. Ahora que ya sabes lo peligroso que puedes llegar a ser, ¿qué vas a hacer al respecto? Hace tan poco tiempo como es 2017, la FIFA se aferraba al hecho de que como no había ninguna relación causal entre cabecear balones y las enfermedades neurodegenerativas, no podían existir “evidencias científicas” de ningún tipo de conexión. Después de toda la palabrería, los administradores de servicios, parte del personal del cuerpo técnico y de los servicios médicos parece que están empezando a apoyar solo de boquilla a los jugadores que sufren traumatismos cerebrales a corto plazo, como conmociones cerebrales. Podemos apostar que la comunidad del fútbol hace la vista gorda con este problema.

Cuatro años después de que el jugador de la selección alemana Christoph Kramer, aturdido y desconcertado tras un golpe con un oponente, interrumpiese la final del Mundial de 2014 para preguntarle al árbitro si estaba jugando la final de un Mundial, los espectadores presentes en el partido entre Marruecos e Irán en el Mundial de Rusia en 2018 fueron testigos del espantoso espectáculo de ver como el cuerpo médico le abofeteaba la cara a Nordin Amrabat para ver si recuperaba la conciencia tras quedarse inconsciente por un choque de cabezas con un rival. Sus intentos fueron en vano, pero Amrabat volvió a jugar cinco días después con un casco protector que se quitó al poco de empezar el partido.

Estos son solo dos ejemplos de los muchos que hay del fútbol jugando al tira y afloja con el tema de la seguridad de los jugadores por lo que respecta a los traumatismos. Uno no tiene irse tan lejos como a Brasil o a Rusia para ver este tipo de negligencias que son casi criminales. Si la preocupación por los que han sufrido evidentes traumatismos craneales en el terreno de juego es ínfima, ¿Qué esperanza podemos tener por aquellos que cuyos síntomas no se manifiesten hasta mucho tiempo después de que haya sonado el pitido final?