¿Todavía hay esperanza?

POR Hannah Murphy Lonergan       REVISADO POR  Lidia Quirant Ruso

En el clima político actual en el que vivimos los jóvenes adultos europeos, ¿qué esperanza tenemos de disfrutar de un futuro relativamente tranquilo?

La mañana después de la votación del Brexit, recibí varios mensajes de amigos cercanos bromeando y compartiendo memes sobre situaciones hipotéticas un tanto tragicómicas. En ellas se hablaba de que Zara, la gallina de los huevos de oro del imperio español Inditex, pronto escaparía del Reino Unido o que Amazon dejaría de operar en mi país. De momento nada de esto ha pasado pero, ¿qué está pasando exactamente en el viejo continente?

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El Brexit sigue copando cada noche los telediarios de una BBC en la que los periodistas hacen y deshacen lo imposible para crear noticias de la nada. Pero lo cierto es que esto, hasta cierto punto, es bastante comprensible. No hay ningún progreso, por lo tanto no hay noticias.

Nos bombardean con informaciones vacías de contenido que hablan de reuniones y más reuniones de políticos que están en la primera línea como Theresa May, David Davis e incluso Boris Johnson. Este trío político que llena portadas de periódicos han acabado con las pocas  oportunidad que teníamos como nación de sobrevivir a este proceso burocrático ridículo y espantoso de cara al mundo.

No es de extrañar que los jóvenes británicos estemos completamente saturados y, si me lo permiten, hasta las narices de la política barata que se vende estos días en la Gran Bretaña. Question Time, Have I Got News For You y Mock the Week son todos programas televisivos en  los que habitualmente se intenta, sin éxito, debatir temas vinculados al Brexit. El problema radica precisamente ahí. Las futuras generaciones no tenemos la más mínima idea de lo que va a ocurrir con nuestro futuro. ¿Cómo se puede pretender crear una discusión sobre temas potencialmente transcendentales entre este país y la Unión Europea cuando la postura final de Reino Unido ante el Brexit sigue sin ser meridianamente clara?

Tras siete años de liderazgo conservador en los que, entre otros aspectos, las tasas de acceso a la universidad se han triplicado, las becas para los estudiantes de enfermería y medicina han desaparecido por completo, el coste de vida ha aumentado desproporcionadamente en relación a salarios y en los que la idea de comprar una primera vivienda ha quedado en una quimera, parece que los jóvenes están cada vez más decididos a tomar el pulso de la situación.

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Con el anuncio de las pasadas elecciones anticipadas en junio de este año, la afiliación del partido socialista aumentó considerablemente gracias, en parte, a la movilización y al nivel de compromiso político de los jóvenes (y los menos jóvenes) británicos. Una campaña electoral astuta por parte del partido socialista, utilizando el apoyo de personas vinculadas al mundo de la cultura contemporánea resultó clave en el incremento del apoyo  a los laboristas encabezados por Corbyn.    

La historia de Gran Bretaña afirma que los victorianos inventaron el concepto de la caridad, quizás porque llegaron a ser una sociedad relativamente moderna, pero al mismo tiempo una de las más desiguales y clasista. Charles Dickens ilustró la injusticia que veía en su entorno más cercano en sus libros hace casi dos siglos, si bien es cierto que no hemos progresado demasiado desde entonces. Ya no tenemos hospicios pero tenemos contratos de cero horas, eufísticamente llamados “contratos casuales”.

Quizás el nivel de vida ha mejorado desde los días de Oliver Twist pero actualmente estamos sufriendo la peor crisis de desamparo desde los años setenta, con planes gubernamentales como el crédito universal y el ‘apto/capaz para trabajar’ que están paralizando a la población con salarios bajos, haciendo de los bancos de alimentos una necesidad diaria.

Dicho todo esto, ¿qué esperanza tienen los jóvenes en esta sociedad? El coste de la educación universitaria no les compensa a muchas familias. Muchas empresas están llevándose sus sedes lejos del Reino Unido como consecuencia del Brexit. Los casos del Reino Unido, España, Grecia, Italia, Portugal e Irlanda vuelven a poner en tela de juicio el el proyecto europeo. ¿Y ahora qué?